Y comenzó la historia de la mujer que tirita cuando
te lee, la historia de la mujer cuya loba interna aúlla cuando te siente cercano
y cuyo campanario repica cuando sabe de tus misas clandestinas y de tu hostia
consagrada. Estoy azotada, sufriente, oceánica; tengo rasgados los pétalos como
una rosa de escarcha, triturados los sueños de la esperanza, me expongo partida
en dos como un durazno maduro. La historia de la mujer húmeda, de la hurí ajada
que te espera, de la hechicera que bebe de tu mano conjuros de olvido. Siente
cómo palpita su entrega, cómo moja sus valles, cómo violenta sus cárceles, cómo
baja sedienta de una sed que no le pertenece. Mujer extemporánea, de otros
tiempos, de otras horas, para otros amantes distintos a ti. Continúa la
historia porque soy tu mujer de lluvias y flagelo tu cuerpo con mis tormentas
calientes, porque soy mujer de oquedades, de silencios y de ausencias, tu mujer
de hielo, porque me derrito en ti. Mientras tú existas, seguirá la historia.
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