lunes, 13 de septiembre de 2010

DOLORIS DI TESTAS, by Pepe Calderón.


Todo ha sucedido como en una película de cine mudo en que las situaciones ocurren pero nadie mueve los labios. Nos comunicamos con miradas, con lágrimas y mostrándonos los dientes. Sabíamos de ante mano que dedicaríamos demasiado tiempo a nuestro trabajo de escritores. Lo que nadie jamás nos contó era que, además de aquello, debíamos ser nuestros propios editores, en servilletas, rayando la Biblia o con prisa garabateando las murallas de la ciudad mientras de reojo veíamos si aparecían aquellos mutantes de verde. Así nace, hace más de una década, “Dolores de Cabezas”, con un perfume de viejos libros incrustados y paracetamol de regalo. Este libro, o “El Dolores” como nos referimos a él cariñosamente, se remonta a aquellos años en que la gente sospechaba el fin del mundo, del error del milenio y aquellos raros efectos de la incertidumbre y la desinformación. Al acercarse el año 2000 surgieron muchos rumores de caos y catástrofes económicas en el mundo entero, un pavor generalizado a un eventual colapso de los sistemas basados en computadoras mediocres. Todo el mundo se caía a pedazos mientras nosotros fumábamos porros gigantes con la guata al sol tirados sobre el pasto del Parque Forestal junto a extravagantes poetas, pintores de desconocidas vanguardias y coleccionistas de fuste que llegaban a vender sus chiches con las vitrinas del negocio sobre la tierra, todo en las afueras del Bellas Artes. Mientras caía la tarde ofertábamos “El Dolores” que habíamos impreso en nuestra pieza y si se vendía algún ejemplar bebíamos vinos baratos, pisco puro y cuanto brebaje nos soltara aún más las palabras de la lengua, aquellas palabras que no podían desabrocharse con lucidez. De cualquier modo, los ejemplares eran pocos y por supuesto, aunque la venta fuese deficiente, beberíamos.

Cuando tuvimos la loca idea de aparecer, de editar a destajo y sobretodo, instaurar un lenguaje, nos vimos envueltos en una vorágine creativa sin paralelo. Produciríamos buenos libros y de los otros, leeríamos miles de textos en radios contraculturales espontáneas, editaríamos obras en papel de arroz y verían la luz millones de cuadernillos poéticos que sin duda, son muy apreciados mientras te encuentras sentado en el baño. Con los años nos saldrían canas, nos arrugaríamos, nos darían miles de cefaleas y nauseas sociales, pero nuestra intención de editar libros jamás tuvo un quiebre, pues siempre fue una prioridad, o para el caso, un exquisito dolor de cabeza.

Elver Cruzila.

3 comentarios:

  1. Mis felicitaciones y reconocimiento ante tan noble hazaña y voluntad. Chachu ahora que estoy en Sant y Azko no hay jolgorio de la Polla. Abrazos fraternos.
    Salud-os desde mi incertidumbre.

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  2. lapollaliteraria@yahoo.es26 de septiembre de 2010, 20:13

    Mi buen amigo Huayat...estamos esperando vuestro word para preparar un libraco de alguien que solo quiso hacer de su vida una poesía..

    un abrazo,
    La Polla.

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  3. espero poder estar en ese "lanzamiento", ¿quién se tira primero???

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